Estamos ante un reto energético global motivado por dos factores principales: el cambio climático y el agotamiento de los hidrocarburos. Con tal planteamiento, en esta reflexión se partió de la evidencia de que el aumento de la demanda energética plantea la necesidad de un nuevo modelo energético menos dependiente de los hidrocarburos (que en la actualidad suponen el 60% del abastecimiento energético) y más diversificado.

La energía se sitúa pues como uno de los factores críticos en materia de desarrollo sostenible y forma parte de los temas que han de ser abordados de forma global. Mientras que el aprovisionamiento energético se considera un servicio imprescindible para el funcionamiento del sistema económico y social, realidades como el cambio climático muestran que los combustibles fósiles (petróleo, gas y carbón) son los principales emisores de CO2.

Pero si de globalización hay que hablar a la hora de tener en cuenta el consumo energético, no conviene olvidar que, por ejemplo, 1.600 millones de personas no tienen acceso al servicio eléctrico. Por lo que si se trata de dar una respuesta global al problema planteado, además de invertir en energías limpias y en I+D+i se hace también necesario cooperar con los países pobres.

Sin embargo, la existencia de posturas divergentes en la diversificación energética o en el mix energético que sirva como modelo de transición a un uso mayoritario de energías renovables muestra la necesidad de un profundo debate en el que se debe decidir qué papel debe jugar la energía nuclear o si, por el contrario, es posible un escenario energético 100% renovable.